Y allí estaba él, a las puertas del cielo y con su calificación: 9,75. Ni siquiera le permitieron pasar por el purgatorio para la revisión rutinaria, aquella era una calificación impresionante. Sólo San Pablo podría recibir a un alma como aquella, un alma limpia y sana.
San Pablo miraba con asombro todos los documentos. Recordaba su propio 7,45 con admiración, pero eran otras épocas entonces y este 9,75 era inaudito, inverosimil, aquél individuo tenía todo matrículas: actos impuros: 10, malas palabras: 10... y sólo tuvo un pequeño bajón en pensamientos impuros, con un 9. Al final la media se salía de lo conocido: 9,75. En definitiva, la primera persona que entraría en la sala VIP del cielo. Allí no habitaba ni Dios. Sólo se atrevió a susurrarle al oido: "¡Jilipollas, que con un 5 también se entra!"
...
Habían pasado 578 años en aquella sala VIP de 500 hectáreas, todo nubes blanditas, todo cielo, temperatura ideal, una túnica blanca por atuendo... y nada más. Aquel pensamiento impuro de años atrás le martilleaba la cabeza continuamente, era una obsesión. En 578 años no se encontró con nadie: "¡Joder, esto está desierto", y sólo en el año 34 de su estancia se cruzó con Lassie, el único perro en el cielo, pero pasó raudo y no tuvo más noticias de él.
Aquello era una puta mierda, tanto sacrificio, tanta abstinencia, para acabar en la más absoluta de las miserias. "Con un cinco también se entra, con un cinco también se entra!!!!. Será Hijo de Puta!!!" pensaba, dando vueltas en su nube... y de pronto lo vio!
Al principio le pareció como una mosca gigante a lo lejos. Giró la cabeza 180º, ojos rojo sangre, la baba le caía boquita hacia abajo como un torrente, veía como aquella forma voladora se le acercaba. Hacía casi 600 años que no veía a nadie, estaba decidido a romper su maleficio, a disfrutar algo más de su miserable vida... ya estaba a tiro, era su oportunidad. Se hizo el remolón, puso cara de tonto, entonces:
- Hola, holaaaa!!!! ¡¿Quién eres?, ¿Qué haces por aquí?!
- Hola, pues dando una vuelta por los cielos. Ah! y soy un Querubín... vamos, una cabeza con dos alitas, fruto de la gracia divina, protector de los cielos y...
- Acércate! No me entero bien, ¿que eres qué?
El Querubín se aproxima.
- Que digo que soy un Querubín y que...
No le dio tiempo a acabar la frase. Este alma se había lanzado como un tigre sobre su presa, asiéndola con la mano derecha con fuerza. El Querubín se dispuso a gritar abriendo la boca, acto que nuestro amigo aprovechó para enchufársela en donde dijimos, agarrando cada ala con cada una de sus manos y realizando un movimiento armónico simple conocido por todos. Los ojos en blanco y del revés, las rodillas temblorosas, sudores fríos recorrían sus espaldas.
Y sin dejar aquél movimiento compulsivo, con una voz de ultratumba más grave de lo habitual, como si fuese una fiera, afirmó:
¡¡¡¡ ¿UN QUERUBÍN?. TÚ LO QUE ERE UNA MÁQUINA DE COMÉ LA POLLAAAAAAA!!!!!
He dicho.