EL FIN DEL MUNDO. TOMO 1

Dos amigos etíopes van paseando de vuelta a casa. La jornada ha sido muy dura, no han conseguido nada de alimento excepto algunas hierbas y poco más. No quieren comérselas, a pesar de que el hambre les está volviendo locos, ya que sus hijos están extenuados por la desnutrición y necesitan ese miserable y probablemente inútil aporte de alimento. Muchos de ellos incluso morirán por cualquiera de esas enfermedades que en el llamado primer mundo provocan hasta risa.

Andan con miedo ya que cualquier grupo de sus propios compatriotas pueden matarlos para obtener su mísero y ridículo botín. Por eso van escondiéndose en su camino de regreso a casa.

Ojalá hubiesen podido llevar algo de agua fresca, pero no tenían recipientes con los que desplazar el fresco elemento... Quizás mañana.

En una parada de descanso, uno de los amigos mira al otro con resignación. El otro le devuelve la mirada con curiosidad.

- ¿Sabes? El otro día me dijeron que una civilización antigua de Sudamérica predijo que el mundo terminaría este año, concretamente el 21 de diciembre.

El compañero con una mueca de sarcasmo y de cansancio repondió:

- ¿Ah, sí? Pensé que se había acabado ya...

He dicho.