Tras el anuncio de la abdicación de Juan Carlos I han surgido en distintos foros interesantes debates sobre monarquía o república en los cuales he estado atento a las distintas opiniones para así intentar abrir mi mente a posibles argumentos que a priori se me escaparan. No he intervenido en ninguno de ellos salvo una vez, sin entrar en profundidad y obligado por las malas formas de un comentario.
Hoy, aprovecho la vigilia de un biberón de madrugada para intentar aclarar mi postura en un tema que considero de mucho más calado que una simple cuestión monarquía o república pues creo que debemos replantearnos qué es y que no es DEMOCRACIA ya que desde 1978 no nos hacemos ese planteamiento y puede ser que el que nos fue tan válido y sirvió de piedra angular de nuestra convivencia no sólo se haya quedado obsoleto sino que haya sido totalmente desvirtuado y corrompido en los últimos casi 40 años.
Mucha gente saca pecho del sistema modélico que tenemos desde nuestra transición, y es que ahí creo que está la base del problema: fue un modelo muy válido para una TRANSICIÓN en la que gran parte de la sociedad se debatía entre seguir con un régimen dictatorial o una apuesta por las libertades. Pero ese período ya pasó, no estamos en esa transición, los valores democráticos han calado en nuestra sociedad, tanto que hoy nadie cuestiona la democracia, NADIE. Esos valores forman ya parte de nuestro ADN social.
Lo que de verdad se cuestiona la gente es si esa democracia criogenizada responde a la realidad social actual, que nada tiene que ver con la de hace casi 40 años.
En el 78, con el riesgo cierto de vuelta a regímenes militares, se plantearon unos mecanismos formales para reformar la constitución que junto a la ley electoral blindaban cualquier posibilidad de cambio que no emanara de los principales grupos sobre los que se acordó la democracia. Ese mecanismo de blindaje cumplió el propósito que tenía encomendado: Dejar encauzado y sin vuelta atrás el proceso democrático.
El problema es que hoy día esos grupos (derivados en PpSoe) han traicionado el espíritu constituyente, han manoseado todos los valores iniciales corrompiendo la democracia desde dentro a todos los niveles: político, económico y judicial.
Hoy son esos mismos señores quienes, cuando la ciudadanía pide una democracia directa, más participación directa en la asuntos primordiales, se niegan en rotundo y Remiten a los cauces legales de reforma constitucional que la blindan desde el 78. Pero existe una gran diferencia: que lo que se pretendía evitar entones era una vuelta a un régimen militar y lo que hoy se pretende es evitar que la democracia sea realmente efectiva, porque eso pondría en peligro el sistema corrupto que han creado.
Se da la vergonzosa circunstancia que la única reforma constutucional hasta la fecha fue realizada de mutuo acuerdo Ppsoe, con nocturnidad y en menos de 24 Hs, para reformar un precepto (artículo 135 CE) en el que se traiciona la soberanía popular subyugando el futuro de varias generaciones de nuestro país a la voluntad de los mercados.
Recientemente he escuchado a Felipe González vanagloriarse de lo que había hecho "su casta" por la democracia; y es cierto que lo hicieron en su día, tan cierto como que ellos mismos fueron traicionando todos los valores que la fundaron dejando un rastro de corrupción sistémica, de paro y unos niveles de hambre y pobreza sin precedentes. Algo falla cuando un expresidente saca pecho de haber dejado un 30% de pobreza infantil.
Y mi planteamiento es el siguiente: ¿Qué miedo debe tener una democracia madura de la participación ciudadana? ¿No es esa la esencia de la misma; soberanía popular, libertad, pluralismo, participación política y sufragio universal?
Hemos llegado a tal punto que se da la paradoja de que los que se definen demócratas intentan PROTEGER LA CONSTITUCIÓN DE LA MISMA DEMOCRACIA. Y repito, entonces algo falla.
El mejor argumento que he oído en su defensa es que ya votamos la constitución de 1978. Correcto. Pero lo que pasan por alto es que la generación que votó la constitución en el 78 no es la misma que hoy debe tomar las riendas del futuro del país. Mis abuelos la votaron mientras yo no había siquiera nacido, por desgracia ellos fallecieron hace muchos años y los jóvenes de la época (mis padres), hoy están merecidamente jubilados. Hoy soy yo quien forma parte de la población activa, con dos hijos a mi cargo.
Y es que amigos, han pasado 36 años, ¡36! Resulta que nadie que hoy tenga menos de 54 años ha podido votar la constitución hasta hoy vigente e inalterada (salvo la reforma exprés de septiembre de 2011, que tampoco nadie, ni siquiera la tercera edad, votó).
Es de nosotros, de nuestra generación, contando con la experiencia de nuestros mayores, de quien depende el futuro de nuestros hijos. Nuestros abuelos ya lo hicieron en su día por nosotros pero hoy no pueden hacer más,es nuestro tiempo.
Por eso propongo tomar las riendas, entablar un nuevo proceso constituyente sobre la base de los principios fundamentales de la actual constitución y valiéndonos del espíritu de consenso ejemplar que pilotó la del 78, para así crear una CONSTITUCIÓN acorde a la nueva realidad social, y por qué no, acorde a los nuevos medios tecnológicos (¿acaso no tenemos cada uno de nosotros un DNI electrónico en un
bolsillo y un smartphone en otro?), estableciendo nuevos mecanismos de participación directa en cuestiones fundamentales y al mismo tiempo diseñar un método de garantía real y efectiva que la blinde contra el mayor riesgo al que se enfrenta hoy día; que a diferencia de 1978 no son los golpes militares sino LA CORRUPCIÓN.
Todo proceso histórico tiene su inicio en un momento relevante. Veo la abdicación de Juan Carlos I como la oportunidad de replantearnos todo, desde el mismo modelo de estado. Pero hagámoslo desde la experiencia del constituyente del 78; sobre la base del consenso, sin movimientos bruscos (no veo necesarios cambios de banderas ni nada parecido) pero sí firmes.
¿Por qué no empezar ese proceso constituyente por decidir el modelo de estado? Tres opciones son las que entiendo podrían englobar la consulta: monarquía, república o suprimir la jefatura de estado.
En caso de optar por monarquía o república vería necesario dotar dicha jefatura de estado, además de la máxima representación de la nación, del papel de último garante del ejercicio de la soberanía popular y democracia directa en cuestiones trascendentales, para así evitar el esperpento de ver a un jefe de estado sancionando reformas constitucionales que cercenan derechos de los ciudadanos.
En mi opinión personal, en una Constitución (como la actual) que propugne como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, no tiene cabida una monarquía, pues como institución y por definición sería 'per se' inconstitucional al ser contraria al principio de igualdad. Aún así, considero que se debe anteponer ante todo la decisión de la mayoría de los ciudadanos y someterlo a consulta popular dentro de ese nuevo proceso constituyente que se nos hace necesario pilotar.
Desde ese punto de partida veo factible, incluso conveniente, como dicen Pla y Miniurgo, replantear la organización territorial en cantones para así responder de mejor forma a la realidad social y poder basar la competitividad de nuestra economía en la soberanía productiva y la pequeña escala.
Todo es posible, tan sólo hay que atreverse a hacerlo.